viernes, 21 de diciembre de 2012

La carta del General Bolívar a Hugo Chávez


Pese a haber asegurado a algunos usuarios de Facebook, que la carta enviada por mí a sus muros no iba a publicarla en mi blog,  debído a su  "contenído político",  he cambiado de opinión  ya que creo,  que cuanto en ella se dice,  expresa más  la "personalidad humana" del General Bolívar que  sus ideas políticas. De hecho, quien  "escribe"  ésta carta es un hombre convencido de su ideal humano, acerca de la igualdad y dignidad de los ciudadanos libres, hasta el punto de no sucumbir al "acicalamiento ideológico",  con el que actualmente se le presenta en la Venezuela de Hugo Chávez.

 Vaya por delante de todo esto, y siempre quiero que así sea, mi absoluto respeto por la vida, el ejemplo y la lucha del Prócer americano más famoso.



Chávez:

 Se que desde el año 1998 eres presidente de mi amada Venezuela; sin embargo me dirijo a ti sin esos requiebros propios de tus fieles servidores, no los llamaré ya patriotas, pues esa es una palabra Santa, que requiere de un líder consciente y responsable; respetuoso con los principios de Libertad y Seguridad; que vele por la Salud y el Trabajo; que luche por la dignidad del pueblo que lo eligió, y con eso gane la lealtad y la gratitud de los ciudadanos.

Si algo limpio queda en tu alma, si "algo" hubiera, sabes tan bien como yo que tu no mereces lealtad ni debes, en conciencia, esperar aprobación. Lo único dolorosamente cierto de tu fingimiento es que la lealtad la compras con miedo, y la gratitud la pagas con escarnio. Pese a que declares sin rubor alguno ser un ferviente admirador de mi vida, ejemplo y lucha, resulta evidente la burla constante que haces de todo ello.

Desde dónde yo estoy ahora se perciben los acontecimientos, los aciertos y los errores, con una claridad difícil de imaginar "ahí abajo". Tus excesos propios de un megalómano; promotor de carísimas y absurdas ocurrencias; que tus "siervos" corean al unísono, volviendo la cara a otro lado, sin escuchar las advertencias de los pocos "hijos verdaderos" que me quedan en Venezuela, no son dignas de quien el pueblo elige como representante.

Para empezar, no fue en absoluto necesario el esfuerzo económico, que costó la exhumación de mis restos; pues si hubieras consultado los documentos históricos, que se guardan sobre mi enfermedad y muerte, hubieras conocido "de primera mano", datos y observaciones de quienes en vida cuidaron de mi, con verdadero fervor y dedicación, hasta que me llegó la hora de partir de ese ingrato mundo, como he oído que pronto te ocurrirá a tí.

Alabo al Señor todopoderoso, por no haber dispuesto mi muerte de otra forma más conveniente a tus intereses, fusilado o envenenado. Por más que te obstines en cambiar mi final; como cambias mi vida o mi rostro la verdad prevalecerá, y cualquier persona culta, que no confíe en tus "revelaciones de feria", podrá conocerla sin caer en tu trampa Por eso no es bueno que pases a "éste lado" con semejante carga en tu conciencia; y en precio a mi honor, que tu menoscabas con ficciones salidas de no se donde, he acatado el deber supremo de avisarte; antes de que se ciernan sobre tí las tenebrosas sombras de la muerte.

Un día visité el interior de ese otro mausoleo que me has preparado, y sentí un extraño escalofrío. Dime Chávez ¿cuántas escuelas; cuántos hospitales o comedores públicos; cuánta dignidad humana has pagado por eso? ¿Por qué lo has hecho? ¿Pretendes encerrarme en tu cárcel de mármol como un prisionero más, privándome por tu simple capricho, de la compañía de los valientes, junto a los que tengo la honra de descansar? ¿Acaso esperas que te lo agradezca?

Debes saber que, en éstos días, no es mi favor el que debes ganar, sino el de Otro que está por encima de ti y de mi. Yo comparecí ante El cuando llegue a "este lado", y tu deberás hacerlo cuando te toque partir. Ambos, como al resto de mortales que dan éste paso, respondemos a las mismas preguntas, y versan sobre nuestro concepto de justicia y amor; más aún considerando que "ahí abajo", tuvimos la sagrada responsabilidad de velar por una nación.

Sólo te he dado un aviso Chávez, es cuánto puedo hacer por tí.

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