La prudencia de los voceros oficiales de las FFAA
contrastando con los bocones castristas que tenían antes denota que algo
o mucho está cambiando en esa institución.
Pero antes de aventurar juicios hagamos el análisis necesario:
Una vez más es bueno insistir, que cada vez más numerosos sectores se
inquietan en extremo por la situación que padecemos, llegando a la
conclusión que estamos dando tumbos como nación.
A toda persona consiente le embarga la sensación que al país lo
dirigen dementes o inconscientes sin remedio, y que la clase política,
que incluye gobierno y oposición, parecieran NO QUERER SABER dónde están
parados…. y eso es un fenómeno de alta peligrosidad, porque contiene en
sí mismo un virus de propagación pandémica, que en la historia se llama
caos, o cuando menos crisis revolucionaria aguda.
Nada cuesta percibir que todo este cuadro de descomposición
política acelerada, con ese decorado sombrío del gobierno y de su
patética oposición, se deriva de una putrefacción del régimen y de su
base de sustentación socioeconómica.
Y esto no puede arrastrarse indefinidamente, sin que aparezcan los síntomas irreversibles de gangrena social.
No otra cosa expresan la delincuencia masiva de choros, asesinos y
altos funcionarios raspando la olla, o las amenazas reales de estallido
social como el que sorprendió a demasiados el 27 de febrero de 1989, con
el cual por cierto uno nuevo podría tener rasgos demasiado parecidos.
Y por si no lo sabían, ahora también está documentado que quien menos
conocía de la inminencia de ese cataclismo social era el propio
gobierno de CAP con 24 días en el poder. Tampoco supo ese gobierno
impedir a tiempo los golpes militares del 4 de febrero y 27 de noviembre
de 1992.
De manera que el que quiera averiguar lo que está emergiendo de los
socavones del descontento social y de la angustia militar en particular
por saberse responsables de lo que pueda evitarse, solo va a detectar la
urgente necesidad de un fuerte reacomodo, por el cual abogan
desordenadamente los segmentos que se lanzan a luchas casi suicidas
contra un gobierno sordo y paralitico, y seguro encontrarán, en los
sectores de mayor sindéresis en las FFAA como se percibe allí, cada vez
con mayor fuerza, la antes imprevisible tensión, pero donde ahora ya no
es una sorpresa para nadie… que pueda amanecer de golpe… y esa helada no
nos puede agarrar sin cobija.
Si la agudización de la crisis se manifiesta bajo la forma de un gran
sacudón social o de un gran descalabro económico financiero, lo más
cierto es que puedan darse con manifestaciones imprevisibles, que
pondrían a prueba la solidez misma del Estado. Si tal fuese el caso
seguramente no se haría esperar, desde el único otro ángulo vital del
país con capacidad para reequilibrar todo y restituir el orden, que deba
imponerse un PRONUNCIAMIENTO MILITAR, al que solo los demasiados
escépticos no dan crédito.
Tal escepticismo sobre el papel de las FFAA, para imaginarles jugando
a fondo su papel de garante de la institucionalidad del Estado, viene
dada por el peso muerto de todos estos años en los cuales esas FFAA no
solo fueron un sostén fundamental del régimen, sino que sus líderes
jugaron a compartir la ideología de pacotilla enfeudada al castrismo… y
es esto lo que hay que desentrañar más, porque el que lo vea
escuetamente así, corre el riesgo de estar gravemente equivocado, si no
conserva la hipótesis que una mayoría de ellos pueden contar y
constituir una poderosa reserva, para recuperar su naturaleza
fundacional y con ella la organicidad del Estado moderno venezolano.
Una conclusión simplista, para quienes anuncian un papel protagónico
muy transitorio de los militares, sería imaginar que solo les toca poner
orden contra y luego de ese estallido social, pero para organizar
elecciones de inmediato y que se haga evidente que se no se necesita la
presencia militar en la escena política. Esa es la trillada visión de
los políticos tradicionales.
En realidad si tal fuese el cálculo, nada garantiza menos que salgan
bien parados los uniformados, si debieran asumir solo el costo del
descalabro y de los pasivos en materia de “derechos humanos”
que tal hipótesis lleva implícita para las FFAA en la calle, como lo fue el 28 de febrero de 1989 y los propios golpes del 1992.
De manera que si es irreversible el protagonismo de las FFAA, en la
superación de un trauma institucional que ya existe, bajo la forma de un
gobierno a la deriva, “dirigiendo” un país directo hacia el abismo, lo
lógico es pensar que deben estarse preparando, como institución, para
asumir el papel de conducción de una viraje de fondo en la conducción
del Estado, amenazado de disolución.
En esa óptica estamos hablando es de una presencia prolongada de las FFAA en el rediseño del Estado y la economía venezolana.
Y lo que quizá entonces no están viendo los analistas superficiales,
obcecados por la polarización política ambiental heredada, es que sin
detenerse a responder a la desconfianza innata del sector político
opositor contra las FFAA —y sobre todo de los factores portadores de la
gangrena institucional, como el gobierno y la presencia castrista cubana
que estos pilletes auspician— está en marcha en las FFAA ese proceso de
regeneración de sus fibras institucionales, aislando, desde los
ascensos del mes de Junio y el relevo de los mandos de guarniciones
etc., a los factores del propio entorno gubernamental que llevaban de
hecho al escenario de un estallido interno de las FFAA.
No se cómo llamar ese proceso, pero hay rectificaciones muy
importantes inspiradas desde los propios mandos militares y nada tienen
que ver con las directrices cubanas y del gobierno que se ha limitado a
tragar entero, o verse suspendidos en el aire.
Para decirlo más directo, difícilmente podía pensarse que los
militares podían poner orden en el Estado en desorden, si antes no
superaban su propio desastre.
Por estas razones ea un disparate para las FFAA meterse de inmediato a
resolver el caos institucional heredado del régimen de Chávez donde
descuella esta sucesión de “elegidos” ilegítimos y fraudulentos, lo que
seguramente implicaba un nivel de riesgos por encima del máximo
tolerable, sobre todo sabiendo que la presencia cubana dejada por
Chávez, minó y desnaturalizó a las FFAA amenazándola incluso hasta en
sus posibilidades de sobrevivencia como institución fundamental de
resguardo del a soberanía.
Intuyo que hay mucha gente, haciendo denodados esfuerzos para poner
orden en nuestras FFAA, al margen de la cabroneria habitual de Maduro y
otros, ante los amos cubanos. Esa es la clave. Eso es lo que permite ver
que no se quedarán allí, porque si al régimen se le permitiera seguir
enfeudado al castrismo, terminaría por hacer devolver todo, mediante
corruptelas y manipulaciones, apenas tenga la fuerza para intentarlo.
Difícilmente en esas FFAA dejadas por Chávez, llena de espías y
mandones cubiches podía esperarse otra cosa distinta, entre diciembre
2012 y julio de este año, a vivir bajo el signo, no solo de la
incertidumbre institucional, sino en concreto bajo un clima de zozobra
lleno de soplones y manipuladores de todo tipo.
Un ejemplo de lo que digo es que sujetos como el irrepetible Mario
Silva, declarado agente de los Castro, era un gestor de no pocas
intrigas del poder prostituido de segmentos incrustados en la cima misma
de las FFAA. Recuérdese el complot de alto vuelo delatado por este
espía bocón, en torno a un supuesto plan de golpe militar del Ministro
de Defensa Molero contra Maduro, que según Silva propalaba el entorno de
Cilia Flores, “que es la que gobierna” según él.
¿Era acaso un “mensaje a García” auspiciando un plan de golpe cubano
contra la deriva madurista, que no se alineaba tan rápido como querían
los Castro, hasta el nivel de abyección?
¿La clave de todo esto no es acaso que Maduro le fue imposible seguir
siendo, como hubiera querido, un alcahuete de la ocupación cubana y en
algo o mucho fue obligado a aminorar su papel de simple secuaz del
Comité Central del Partido Comunista de Cuba? ¿Y en este tema crucial
como califica y actúa Diosdado después de sus viajes de informes ante
los amos de La Habana?
Aunque le suene surrealista a muchos, la primera y gran discusión
sobre el poder en Venezuela, después de muerte Chávez, es ponderar en
cual nivel se actúa o no como agente del régimen totalitario que nos
chulea y sojuzga, y aunque no lo crean, los segmentos de las FFAA que
quieren a los cubanos fuera de juego han ganado un terreno muy
importante, al punto que un desenlace contra ellos, para sacarles del
país, sería menos dramático hoy que hace 6 meses.
¿No será que el resumen de toda esta comedia de enredos es que Maduro
ni sabe para dónde va, confundiendo panes con penes, oyendo pajaritos y
durmiendo al lado de la tumba del “eterno”, para escuchar susurros
nocturnos, mientras Diosdado copa TODO el gobierno?
Porque es un hecho demasiado sabido que es Diosdado el que ha
inducido las muy tímidas y ya inútiles maniobritas de aperturas
económicas, a las que tapa con una desmedida diatriba “ultrosa”, contra
esos victimizados, pero cómplices del PJ, que siguen al pie de la letra
el calendario, me imagino que a cambio de concesiones, ahora por lo
menos hasta fin de año, como sostén del régimen basado en el CNE
chavista.
Lo cierto es que este régimen agónico le pertenece a Diosdado y
Maduro y aunque parezca insólito también de Capriles, el presidente
electo, devenido en lastimero implorante de veredictos judiciales
suecos, en este país de jurisprudencia ugandesa, que cambió su liderazgo
nacional por el lastimoso papel de puchinbol político y moral del
malandraje rojo?
¿Podemos acaso mantener la fe en que este país tenga algún destino y
que efectivamente están armándose en los subterráneos de las FFAA los
reajustes institucionales y cambios de régimen, para que en meses se
hagan irreversiblemente necesarios, impuestos por un inevitable
PRONUNCIAMIENTO MILITAR?
Yo creo que ya es hora de dejar de tomar en cuenta a los charlatanes
de todo pelaje que escriben y parlotean, creyendo que esto se arregla
con un nuevo festín electoral de diciembre y sembrando expectativas de
viabilidad de este régimen en las últimas boqueadas de ahogado.
¿Sera verdad que viene una vaina?… Muchos me dicen que sí, y yo no tengo razones para ser escéptico.